Desde categorías base, van apareciendo deportistas cuyo carácter sobresale por encima del resto de compañeros y poco a poco van creciendo, reforzados generalmente de buenos resultados.
Manejar egos y gestionar según que tipo de estrellas dentro de un vestuario, es quizá la parte más laboriosa de ser entrenador. Muchos se centran puramente en lo deportivo, pero el que no valora este apartado, la gestión del vestuario y el trato personal con ellos, tiene sólo media cabeza dentro.
La clave pasa por convertir los egos individuales en egos colectivos, crear ese sentimiento de pertenencia , compartir valores y construir una identidad propia.
Se tiende a asociar que ser un crack es una persona que lo tiene todo y que por ello no debe de quejarse por nada. No podemos olvidar que ser crack no supone tener superpoderes, es una persona totalmente normal, con emociones, inquietudes y también miedos, que juega muy bien y que además es compatible con ser un gran ejemplo.
«No podemos olvidar que ser crack no supone tener superpoderes, es una persona totalmente normal»
Destacar deportivamente refleja que posee unas habilidades diferentes al resto, lo cual no lo exime de cumplir unas normas como todos. Aquí dependerá mucho del lugar que se le ha dado y de lo que se le ha podido permitir tiempo atrás, con la intención, en muchas ocasiones, de tener «contentos» a este perfil de jugadores.
Es importante tener en cuenta que un equipo se compone de diferentes tipos de personalidades, que dentro de los llamados «cracks» no encontramos dos iguales, por lo que habrá seguramente distintas necesidades y lo que funcione para unos, puede que no funcione para otros.
No olvidemos que cada vestuario cuenta con unos códigos internos diferentes y el entrenador entre sus múltiples tareas está el conocerlos, entenderlos y adaptarlos. Todo esto con un gran respeto y mucho tacto para que las piezas encajen.
«Lo que funcione para unos puede que no funcione para otros»
Aquí el entrenador preparado, capacitado y con habilidades más allá de las técnicas, poseerá herramientas suficiente para entender, llegar y ayudar a diferentes perfiles de jugadores.
Saber escuchar
Mantener una escucha activa con los deportistas, estar presentes y atender sus necesidades.
La habilidad de escuchar no sólo hace referencia a lo que el deportista está expresando con sus palabras, sino también atender los sentimientos.
Empatía
Cada uno es de una manera y necesita unas cosas. Como entrenador no puedes hacer que cambien cuando ya son adultos, pero si puedes hacer sacar lo mejor de ellos poniéndote en su lugar.
Aplicar la inteligencia emocional, capacidad de percibir, expresar, comprender y gestionar las emociones.
Dedicar tiempo a las relaciones
Conocer a las personas que entrenas como personas más allá de los deportistas. Detenerse con cada uno de ellos, mostrar interés en sus cosas y hacerlos sentir importantes a través de la confianza que se deposita.
Coherencia
Que tus palabras no queden en el olvido. Acompaña tu mensaje de actos. Al jugador le gusta que el entrenador vaya de cara, que sea claro. Si perciben incoherencias o que no hay honestidad, lo empezarás a perder.
El respeto bidireccional
Puede que sea el punto estrella. Sin respeto no hay escucha. Generar lazos afectivo-profesionales transparentes y honestos son la base de cualquier trabajo bien hecho.
La capacidad resolutiva ante los conflictos
Los conflictos forman parte de cualquier convivencia. No tenemos que evitarlos si no enfrentarnos a ellos con herramientas y transmitiendo al equipo que poseemos recursos para ello.
Comunicación
La comunicación del entrenador de cara a los futbolistas es fundamental, siendo el reflejo muchas veces del propio vestuario. Permitir la aparición de los diferentes roles, otorgar el reconocimiento que corresponde a cada miembro del equipo y tener la habilidad para convencer son aspectos que ayudarán al entrenador a gestionar los pesos pesados.
Todo lo anteriormente mencionado forma parte del fútbol invisible. Ese que no se ve, pero que pesa y mucho en la gestión del vestuario.
No olvidemos que los tracks son personas, que no hay dos iguales, que los hay complicados pero que también los hay que son grandes ejemplos, que no solo resulta muy fácil trabajar con ellos, si no que ayudan a que todo lo demás funcione.
Encontrarte con todo esto es a lo que yo le llamo, gestión de equipos.