Tras una práctica deportiva siempre se esconde mucho esfuerzo, compromiso, constancia y exigencia con la preparación que cualquier deportista lleva durante toda su trayectoria.
A pesar de todo esto que no es poco, en algún momento como padres os podéis encontrar en vuestros hijos con un “No quiero seguir”. Esta decisión suele pillar por sorpresa a las familias puesto que ellas también se han esforzado para conseguir junto al resto de responsabilidades que su hij@ haga deporte en las mejores condiciones, por lo que este planteamiento no entra dentro de sus planes.
Aquí es importante que no os alarméis, aceptarlo como una señal y tratar de encontrar el foco para poder orientarlos y así encontrar respuestas a sus inquietudes dando calma, ¿quién no ha dejado de hacer algo que en su día le gustaba?
El deporte suma y es un complemento a la vida que nos aporta salud además de un contexto ideal de aprendizaje, pero no es un trabajo, ni una obligación aunque si un compromiso y cuando este falla es por algo.
Como padres y como pilar fundamental de apoyo no sirve de nada reprochar el tiempo y el esfuerzo que habéis dedicado a su formación deportiva, lo habéis hecho gustosamente por ver crecer a vuestros hijos y ellos saben que vuestra ayuda ha sido un impulso en su práctica deportiva. Estar muy orgullosos ya que ello ha facilitado que aprendieran entre otras cosas a respetar unas normas, a ser responsables y a esforzarse para mejorar cada día.
Dicen que ya no disfrutan como antes pero en la mayoría de casos lo que sucede es que aparecen nuevos focos de interés y al modifican su lista de prioridades se ven en la obligación de tener que elegir y ello implica tomar decisiones. Nos podemos encontrar con diferentes situaciones:
Con tranquilidad, sin enfrentarnos, escuchando y empatizando con ellos tratar de ayudar a:
Crear un espacio donde puedan expresar lo que sienten y lo que les lleva a tomar esa decisión, tratar de entender su postura y encontrar juntos otro camino.