Parece que disfrutar y divertirse, en este caso con el deporte, va ligado a una edad, a cuando eres niño. Cuando somos adultos y jugamos en categorías superiores o somos entrenadores, la responsabilidad a veces no nos deja disfrutar de la misma manera. Muchos son los entrenadores que me dicen que no disfrutan, es más, que sufren, o jugadores que van a entrenar porque lo han hecho siempre, sin más. Un niño que no tiene ilusión por ir a entrenar, que no se divierte, o que resopla cuando se le dice que hay que ir al club, nos está diciendo mucho.
EL juego debería ocupar la primera posición en la tabla del proceso de formación integral en el deportista, a través de él, se expresan y comunican sus sentimientos. No es sólo una manera de divertirse o de pasar el rato, es una herramienta de aprendizaje muy valiosa. Mientras el niño juega, está creando, explora, imagina, inventa situaciones y busca sus propias soluciones a diferentes retos que se le plantean.
Aquí los entrenadores tienen una función vital a la hora de potenciar y favorecer la creación de formas de juego en los entrenamientos para obtener el máximo beneficio, rodeando al jugador de un ambiente lúdico y formativo.
Los adultos olvidamos pronto el concepto de “juego”, buscamos pequeños genios que destaquen y marcamos nosotros mismos sus objetivos, siempre de resultado, pisando por el camino un sinfín de valores y con presión añadida que no les corresponde por edad ni se merecen vivir cuando tan sólo tendrían que disfrutar y aprender.
Si un niño no se divierte con su deporte es porque algo no estamos haciendo bien.