Siempre me gusta hablar con mis deportistas y clientes sobre esta gran verdad, «el fracaso enseña todo lo que el éxito nos esconde».
Al final ganar resulta fácil, no me malinterpretes, tiene su mérito obviamente pero a lo que me refiero es que todo el mundo está «preparado» para ganar. La clave está en ¿Quién está preparado para perder?. Esto va a marcar la diferencia entre buenos y mejores en cualquier ámbito de la vida.
El que se prepare para gestionarlo, entenderá el fallo como una OPORTUNIDAD de seguir planeando y buscando una manera de hacerlo mejor. En cambio el que no se prepare, vivirá el fallo como una AMENAZA que le arrebata sus sueños y con la que sin ninguna duda se va a cabrear. Lejos de eso, el prepararse, el generar una relación de aprendizaje con el error y con el hecho de perder, será lo que nos permita interpretarlo así y por tanto coger el camino más rápido a nuestras metas.
Son muchos los deportistas, empresarios, artistas, opositores y profesionales con los que he trabajado el rendimiento de sus carreras, con la finalidad de cumplir sus metas. He de decir que pocos estaban preparados para fracasar, es más, les daba pánico hacerlo y eso les bloqueaba su potencial.
<<Saber perder es empezar a ganar>>
La realidad es que nadie nos enseña a perder desde pequeños. Sin embargo, sí nos enseñan a ganar desde que nacemos. Nos enseñan a ver quién tiene más dientes, quién anda primero, a acumular premios, victorias, goles, excelentes y en definitiva, a ser mejor que los demás.
Cuando perdemos en grupo, la mayoría de veces se pierde más tiempo en encontrar al «responsable» del fallo que en valorar qué ha podido pasar. Si se falla en grupo, no importa quién lo ha hecho, fallamos todos y aprendemos todos.
Por otro lado solemos pensar que tener éxito o fracasar nos define como personas, no es lo mismo “haber perdido” que ser un “perdedor”. El impacto de nuestras palabras en cómo nos sentimos es tremendo.
Si conseguimos no tener miedo al error, nos estaremos liberando de una carga muy importante. ¿Cuántas veces has pensado en que no querías confundirte antes de una audición?¿Y que no querías fallar un saque?¿O que no querías perder un balón?
Porque saber perder también puede llegar a ser bueno, si somos capaces de aprender lo positivo que hay en ello, ya que es una lección que nos permitirá seguir mejorando sin dejarnos estancados.
Nos centramos mucho en lo que no queremos, que precisamente eso es lo que nos provoca inseguridad, miedo, falta de control….y en definitiva nos hace sentir vulnerables. Olvidamos que la mente es mucho más agradecida cuando la focalizamos en lo que si queremos conseguir y lo que si queremos buscar, eso nos prepara para alcanzarlo.
Es cierto que no siempre nos salen bien las cosas por ello es importante que si las cosas no salen como esperamos, no hemos de desalentarnos, y si todo va estupendamente tampoco deberíamos venirnos muy arriba. Lo importante es conservar la serenidad y generar un equilibrio de control dando naturalidad a las dos caras de la moneda; ganar y perder.
No hay nadie que no haya fallado alguna vez y si no hubiera errores que tuviéramos que ir superando no tendríamos tantas posibilidades de poder avanzar y por tanto de crecer. Al final enfrentarnos a este tipo de situaciones:
- Nos impulsan a buscar otras estrategias.
- Potencian nuestra capacidad de análisis.
- Activan nuestra parte más creativa e innovadora.
- Nos hacen superarnos para seguir dando pasos hacia adelante.
“Si no te equivocas de vez en cuando, es que no lo intentas” Woody Allen
Algunas aspectos que no debemos de olvidar:
- Relativizar: la dimensión del error para que no nos nuble la vista.
- Historia: No olvidarnos de los grandes genios que antes de triunfar con grandes ideas se equivocaron varias veces.
- Persistir: Genera nuevas oportunidades, crea otro plan de acción y seguir.
- Tratarse con cariño: Las palabras condicionan cómo nos sentimos y por tanto en cómo nos comportamos.
Cuando algo no sea como esperamos, analizamos lo que ha pasado (¿Qué he podido hacer mejor?) , construye un nuevo plan (¿Cómo podría haberlo hecho mejor?) y valora cada progreso (¿Cuántos aspectos he mejorado?) que tengas sin necesidad de que ese sea la meta.
<< No hay fracaso si lo has intentado, así que sigue>>