Todas las preguntas giran alrededor de cómo afectará el jugar sin público al futbolista, pero ¿y el árbitro? ¿Cómo le influirá?
Al principio como todos se sentirán extraños ya que se percibirá el vacío provocado por miles de asientos desiertos. La clave va a ser la rapidez con la que se adapten al nuevo escenario de trabajo.
La esencia
Los árbitros comparten algo muy importante con los jugadores, les apasiona el fútbol y para ellos el público también es el motor principal del juego, motivo suficiente para echar en falta esta presencia, aunque pueda resultar sorprendente para el resto.
La presión
El árbitro profesional está preparado para aguantar la presión ambiental a la que es sometido cada semana y no se encuentra condicionado para nada por el público, ya que forma parte de su éxito. Es más, lo necesita puesto que pitar con el estadio a rebosar de espectadores es un impulso de energía y por tanto de motivación.
Los árbitros hacen referencia a una presión interna a la que se someten ellos mismos con la responsabilidad de estar acertados en su toma de decisiones. Eso es lo que les «preocupa» y en lo que se centran para que no les condicione. No sienten como amenaza lo que se oiga desde la grada, forma parte del fútbol y lo aceptan como tal ya que es a lo que están acostumbrados.
Esto no quita que en alguna ocasión puntual al colegiado le pueda suponer un descanso el hecho de arbitrar un partido sin el entusiasmo de las gradas, pero no es lo habitual.
La activación
El árbitro para concentrase necesita sentir el ambiente que proviene de las gradas, de hecho, reconocen que los primeros minutos de un partido resultan los más críticos hasta que se concentran, gracias a la emoción de los aficionados que facilita que su activación sea la óptima para competir al mejor nivel.
Al no existir este componente puede provocar un descenso en la activación y con ello una bajada en su rendimiento, por eso ahora se requiere doble dosis de concentración y atención.
Si es cierto que al quitar la presión externa del público por positiva que resulte, también podemos pensar que podrán estar más concentrados en otras tareas o que al menos, ese no será ya un elemento que pueda condicionar en caso de que así fuera.
No es un entrenamiento
Estos días se hablaba mucho de que más que un partido íbamos a ser espectadores de un entrenamiento. Cuidado con eso ya que ese ambiente frío y desangelado que se van a encontrar en los campos puede llevar al árbitro a confundirse por las sensaciones generadas, corriendo así el riesgo de relajarse demasiado en un estadio que se encontrará prácticamente en silencio.
Preparación
Al no haber público y ser un contexto nuevo muchos se han preparado para ello, haciendo visionado de partidos a puertas cerradas, visualizando esa nueva realidad para anticiparse y familiarizarse antes de que llegue.
Un sentido que va a cobrar mayor protagonismo será el oído, todo se escuchará mucho más, para bien y para mal, nuevas situaciones que hasta ahora podían quedar camufladas por ese bullicio general y que ahora habrá que acogerlas y gestionarlas de otra manera.
El aspecto mental, clave
El aspecto mental siempre marca diferencias entre buenos y mejores, pero en estos momentos más que nunca resultará clave. A nivel táctico y técnico serán los mismos, físicamente son atletas y llegan muy preparados, pero el aspecto mental hay que tenerlo en cuenta y dedicarle su espacio para trabajarlo.
Al igual que el futbolista, al árbitro también le va a costar volver después de todo lo que hemos vivido y tiene que recuperar la mentalidad competitiva adaptada a la situación cuanto antes.
Termino con un mensaje que me dijo mi amigo Carlos Clos hace tiempo
«El ambiente de los grandes partidos motiva a todos por igual y la falta del mismo perjudica a todos los participantes, incluidos los árbitros»