La frustración aparece cuando no conseguimos lograr alguna cosa que para nosotros es importante. Se trata de una respuesta emocional normal y no debemos reprimirla, pero si aprender a gestionarla.
Hay que partir de la base de que en la vida y en este caso, en el deporte, se van a dar situaciones que no son de nuestro agrado, y debemos afrontarlas de la mejor manera posible, sin recurrir a la ira desproporcionada. Fallar forma parte del proceso de aprendizaje y no debemos tener una visión negativa sobre este, sino todo lo contrario, una oportunidad de aprendizaje.
Vivimos en una sociedad de la inmediatez, lo queremos todo en el momento y a la primera,y en las generaciones más jóvenes de cada vez es más frecuente una baja tolerancia a la frustración. Debemos trabajarla desde que son pequeños y ayudar a desarrollar la paciencia y la persistencia.
Para ello, los adultos tenemos un papel fundamental, tanto si ejercemos el papel de familia como de entrenador/a. Aquí te dejo algunas pautas generales que es importante tener en cuenta para transmitir esta visión a los más pequeños.
- Se un modelo, si vives tu propio fallo como un fracaso estarás transmitiendo esta idea.
- Promueve una visión del fallo como una oportunidad de aprendizaje, no como algo negativo
- Es importante permitir que se equivoquen y no sobreprotegerles facilitándoles la solución a todo
- Refuerza el esfuerzo y la persistencia, aunque el resultado no sea el deseado
- Fomentar la reflexión después del fallo para ver que cosas son necesarias mejorar o cambiar a fin de que se convierta en un aprendizaje
- No refuerces conductas inadecuadas o de ira, ya que solo conseguiremos que se sigan dando
- Es importante que los objetivos que se marquen sean realistas, al igual que sus propias expectativas y las de los demás.