Desde mis inicios como psicóloga deportiva, y desde el primer equipo con el que trabajé, he vivido en primera persona los cambios de entrenador; en diferentes edades y diferentes categorías. He visto como a veces era necesario porque el equipo no respondía, otras por falta de implicación, y también he visto, cómo a veces se accedía a ello por evitar mirar más allá.
Los cambios molestan
Llegadas estas fechas, empezamos a ver movimientos en los banquillos profesionales. Que veamos cambios de entrenadores durante el transcurso de la temporada, no es nada sorprendente, ya que es algo con lo que todo el entorno del fútbol cuenta. Esto no quita que siga siendo un momento incómodo para todos los implicados, ya que los cambios, por positivos que sean, molestan, por la incertidumbre que generan.
Por un lado tenemos al entrenador vigente que se va viendo amenazado y debilitado poco a poco, por otro lado el equipo, que aunque en ocasiones anhela el cambio, en otras lo rechaza. Luego vemos el entrenador de fuera que espera impaciente el poder reengancharse, y por último, los directivos que ejecutan el cambio, con todas las dudas que conlleva el tomar la decisión y volver a empezar de nuevo.
Un entrenador no garantiza nada
Lo que sí que tenemos claro es que la manera de enfrentarse a esta situación no es la misma para todos. Donde unos ven oportunidades, otros solo encuentran amenazas, y dependerá mucho de las necesidades de cada uno.
Es importante recordar que un entrenador no garantiza que traiga un cambio de resultados, pero lo que sí supone es un movimiento dentro del vestuario. Ahora bien, los movimientos no siempre son favorables, y aquí uno se la juega.
La intención es provocar una reacción dentro del equipo, hay que ver si luego ésta tiene continuidad o se produce un efecto gaseosa desapareciendo pasadas unas cuantas jornadas.
Cuando se provoca el cambio, las primeras jornadas pueden resultar positivas dado al nuevo aliciente, pero en otras, el cambio de entrenador sólo es un parche, que con el transcurso de las semanas se va despegando y sale a la luz de nuevo, la misma dinámica.
Aparece la incertidumbre
Alrededor de todo esto, se genera mucha incertidumbre por desconocer lo que vendrá, si la decisión será la correcta o no. Tampoco es lo mismo si nos encontramos ante el primer cambio de la temporada o ya es el segundo porque el primero no ha funcionado.
Igual que un cambio puede generar un efecto positivo, muchos pueden desestabilizar la estructura del equipo, haciendo que su adaptación y su evolución no sean las esperada.
En los cambios hay riesgos
Los jugadores que tenían un rol protagonista, sienten inseguridad por qué pasará con ellos. Todos los cambios traen riesgos, tanto para el que toma la decisión, como los que lo rodean.
Los que no tenían participación, esperan con ilusión una nueva oportunidad. Los que creían en el entrenador anterior y sienten el cambio como una injusticia, se cierran en banda con la llegada del nuevo. Y los que creen en el equipo, esté quién esté al cargo, tratan de facilitar la transición para no perder tiempo que valga.
La realidad es que nunca llueve a gusto de todos, por ello hay que mirar siempre por el beneficio del equipo a nivel global. Escucharlos puede ayudar a la directiva a saber cómo se vive desde dentro, que no siempre es como se ve desde fuera.
Se necesita tiempo
No es lo mismo hacer un cambio cuando queda tiempo de reacción, que cuando se precisan resultados de manera urgente, sin tregua que valga.
Hay que dejar espacio y tener paciencia, las prisas son malas compañeras. Tanto el que llega, como el que se queda, necesitan adaptarse, entenderse y luego ya, poder trabajar juntos por los objetivos.
Los cambios a veces son necesarios, pero no trae respuestas de manera inmediata. Por ello se necesita tranquilidad, confianza y seguridad para que las cosas puedan salir.
El papel del entrenador que llega
El entrenador que viene, llega a un vestuario «revuelto», y es importante entender esa situación para entrar con buen pie.
No es lo mismo empezar a construir desde 0 que cuando tienes que «reformar», eso conlleva la presión de volver a motivar a un equipo estancado y con la necesidad de volver a creer en un proyecto.
Ganarte la confianza de un vestuario herido no es tarea sencilla, aquí entra en juego las habilidades emocionales de cada entrenador, siempre necesarias, pero en situaciones como estas, todavía mas.
Fichajes conscientes
Un tema que considero importante y que nos ahorraría muchos problemas, es el hacer fichajes conscientes, no sólo pensar en que son grandes profesionales, si no si se trata de un entrenador que requiere lo que el equipo necesita, y si va a poder sacar lo mejor de ellos.
Por buenos que sean los entrenadores, no todos valen para todo. Lo mismo con los jugadores, no todos los buenos deportistas, encajan en todas las estructuras.
Muchas veces se selecciona un nombre, por trayectoria, números…pero ¿esto es lo que realmente necesita este equipo?¿su liderazgo será efectivo?¿y su carisma?¿y su manera de comunicar? Para eso hay que conocer muy bien a la plantilla, y desde un segundo plano, seguir la dinámica del equipo para tener toda la información posible.
Qué puede ayudar
• Escuchar y conocer a la plantilla
• Crear un espacio cómodo y fomentar la armonía entre todos los implicados.
• No tomar decisiones precipitadas
• Olvidarse de que el entrenador traerá los resultados
• Estudiar el perfil del entrenador y la plantilla antes de fichar
• No pensar en quién ficho, si no en lo que más necesita mi equipo
• Invertir en psicólogos del deporte