Artículo elaborado conjuntamente con Fran Batista (Psicólogo deportivo) @fran_batista_
Es sin duda un hecho más que contrastado, el protagonismo cultural, económico y social alcanzado por el deporte en las últimas décadas. Principalmente este hecho ha posibilitado para bien y para mal que cada vez sean más las exigencias para que el deportista consiga marcas y resultados que implican llevar sus condiciones físicas y psicológicas al límite de sus posibilidades.
Es por eso, que se fomenta uno de los problemas más importantes a los que ha de enfrentarse el psicólogo del deporte, las lesiones, un inevitable riesgo inherente a la práctica de cualquier modalidad deportiva. La pérdida repentina de la actividad física puede crear en el deportista un estado psicológico comparado con el proceso de duelo. Como conclusión, Dosil (2004) nos comenta que el hecho de lesionarse -o no-, no es una mera cuestión de suerte, sino que depende de factores físicos, psicológicos y situacionales.
Este proceso de pérdida de la capacidad física comienza por una etapa de negación e ira. Los deportistas en general, se consideran como competentes y habilidosos a la hora de realizar su práctica deportiva. Si esa percepción se rompe por una lesión, es comprensible que mentalmente se nieguen a aceptar que están lesionados. Nuestro papel en estas fases iniciales debería de ser: crear una relación de cercanía y cordialidad, además de dar toda la información necesaria sobre lo que le ha ocurrido tanto física como psicológica, con el propósito de disminuir la incertidumbre e introducir el proceso de toma de conciencia del estado actual.
La siguiente fase, se denomina negociación. El descanso forzado después de una lesión deportiva puede conducir a un estado mental de negociación, de intentar acelerar su regreso a la competición. En este caso, el psicólogo deberá ayudar al deportista a aceptar y canalizar todas esas emociones negativas como, miedo, rabia, desesperación o sentimiento de culpa.
Al ser consciente de que no podrá practicar actividad física, el deportista pasa un periodo de desánimo e incertidumbre sobre su futuro. En esta cuarta fase, se enfrenta a meses de relativa inactividad. Es aquí donde puede perder la esperanza de recuperarse totalmente, se antoja fundamental un apoyo terapéutico para trabajar el control de los pensamientos negativos, fomentar el desarrollo de actividades agradables para aumentar su motivación, todo ello se puede plantear desde el enfoque de la resiliencia, que nos proporciona la capacidad de ver lo positivo en este periodo negativo, partiendo de las fortalezas del propio deportista.
El estado mental de aceptación se produce una vez que el deportista se da cuenta de que centrarse en el proceso de rehabilitación física le dará la mejor oportunidad para ser capaz de volver a practicar su deporte.
Entender la lesión como un reto les hace poner todo su esfuerzo y sacrificio en recuperarse para volver a practicar su actividad deportiva.
Variables psicológicas como la motivación, el estrés y la autoestima poseen una gran relevancia en el trabajo de rehabilitación y adaptación al cambio producido por la lesión, las cuales pueden aumentar o disminuir la vulnerabilidad a sufrirla de nuevo.
La rehabilitación de las lesiones exige tiempo, dedicación y esfuerzo, sin olvidarnos de un estado de ánimo positivo que favorezca la constancia, la tenacidad y la resistencia al dolor y la frustración.
De acuerdo a Buceta (1996), la variable psicológica más relevante en este contexto es el estrés psicosocial, la cual puede influir aumentando la vulnerabilidad a la lesión, dificultando la recuperación y alterando el estado emocional, la salud y el funcionamiento en general.
Cuando la lesión es irreversible, los cambios que genera en el deportista son altamente estresantes. A su vez, hay veces en las que la lesión puede servir como vía de escape a situaciones que percibe amenazantes.
La psicología del deporte debe de aportar la reorganización activa del deportista después de una lesión y no permitir que se mantenga anclado a estados como la negación, que puede resultar muy perjudicial ya que el deportista obvia las implicaciones de su lesión y por tanto no se recupera ni de la mejor manera, ni de la forma más rápida.
Por otra parte, al reincorporarse, el apoyo social juega un papel primordial: Apoyo médico, del equipo, familia y personas más próximas.
Por último, decir que no se puede entender el afrontar una lesión deportiva desde un enfoque que no sea multidisciplinar y sin pensar que las intervenciones psicológicas influyen positivamente en dicha recuperación.
– Trabajar sobre la influencia del estrés, reconociendo todas aquellas variables que los coloca en una situación estresante y que mediante determinadas técnicas puedan alcanzar su estado óptimo.
– Aumentando la motivación, estableciendo objetivos posibles y metas de logro.
– Autoconfianza, teniendo el control de las variables que la afectan y que le permitan tomar decisiones correctas en momentos adecuados.