Todo el mundo habla y también se expresa, es cierto que algunos mejor que otros, pero eso no quiere decir que todos sepamos comunicarnos de manera efectiva. Comunicar no es hablar bien o con un lenguaje muy técnico y elaborado, sino lograr que el mensaje llegue a donde nosotros queremos.
La capacidad de comunicar y poseer un buen dominio de la misma es una de las destrezas principales para cualquier entrenador. Las formas son casi tan importantes como aquello que queremos transmitir, algo que en ocasiones los entrenadores suelen descuidar, influyendo así en la manera que tienen sus deportistas de recibir y comprender el mensaje.
Abusar de los gritos suele llevar al cierre en banda de los que escuchan, llevando muchas veces al bloqueo o al rechazo, incluso atemorizando solamente por cómo les llega. Un mensaje transmitido de buena manera tiene más opciones de aterrizar en su destino y con más posibilidades de que toquen la tecla que les estamos pidiendo.
Levantar la voz nos puede ayudar a despertar o llamar la atención de un jugador en un momento puntual, pero abusar de ello les puede provocar una habituación a ese estímulo a la vez que contaminará el proceso comunicativo.
El entrenador debe ser un modelo ejemplar de comportamiento para sus jugadores, aceptando la responsabilidad que eso conlleva y mostrando conductas adecuadas para que ellos las puedan imitar. Ni se es mejor entrenador por gritar, ni tampoco nos van a entender mejor por hacerlo, pero lo que si seguramente les haremos creer es que bajo los gritos ocultamos alguna carencia y falta de recursos para hacer frente a diferentes situaciones que nos desbordan.
Utilizar el grito como muestra de poder se acaba volviendo en nuestra contra. El uso del grito como herramienta nos hace más débiles de lo que parece porque indica que hay algo que no somos capaces de controlar y por tanto nos lleva a vernos incapaces de revertir la situación negativa de otra manera.
Ten la paciencia necesaria para pedir las cosas y comparte tus ideas. Tenemos que aprender a controlar la ira y a ponerle freno cuando perdemos el control. Genera argumentos y no necesitarás gritar.
No olvides que tu objetivo como entrenador es el de construir y sumar.