Toda historia tiene un inicio, y la de este blog comienza aquí. Con motivo de inaugurar mi Blog y aprovechando que es un tema que lo tenemos presente todos los fin de semana en cualquier campo de fútbol, quería empezar hablando de “la presión por competir a jóvenes deportistas”, los cuales se encuentran en una edad exclusiva de aprender, divertirse y formarse.
A menudo nos encontramos que los padres exigen mucho a sus hijos y a los formadores, para conseguir que éste, desde bien pequeño destaque y pueda llegar a ser, lo que ellos no han sido o lo que les habría gustado ser.
Vivimos en una sociedad en la que la competición está a la orden del día, ¿Qué ganamos con qué empiecen a competir en edades en las que su único objetivo debiera ser divertirse? ¿Van a llegar a competir por obligación?, la vida en sí es pura competición; cuando se pelean por llegar antes al recreo, por coger sitio en el autobús, por tener sitio en la carrera que quieren, por un puesto de trabajo…¿Acaso no es suficiente?
Estamos anteponiendo la competición y la ambición al poder crear una buena base con grandes dosis de educación, y de formación, que luego puede impulsar a que de mayor destaque.
Es importante si ningún lugar a dudas, caer para volver a levantar, equivocarse para saber rectificar y aprender, en definitiva, convivir con nuestros errores y aciertos sin culpar al prójimo de cosas, que son únicamente acciones de nuestra propia cosecha.
Hoy en día, el miedo parece ser el común denominador de nuestra vida; miedo que también aparece en el deporte y en el juego, en niños y jóvenes. Los miedos pueden tener una base común en todos los deportistas, pero el universo del fútbol es único, tiene una casuística especial por todo lo que le rodea: en concreto y como principal variable, es la presión a la que están sometidos desde bien pequeños por los núcleos familiares y por los resultados, lo que hace que aparezca este miedo.
Los miedos aumentan a mayor presión y disminuyen a mayor confianza. Es una emoción que se puede cargar y descargar, si nos surge y le dejamos que se quede, nos asusta, si pensamos mucho sobre las posibles consecuencias desagradables que tiene, se hace cada vez más grande, y al mismo tiempo si lo descartamos se hace pequeño hasta que finalmente desaparece. Ya se sabe que cuando uno tiene miedo a algo hay una huida, por lo que pierde el objetivo principal y en consecuencia el control del mismo.
Hemos llegado a un punto en el que el fútbol mueve y arrastra tanto, a nivel económico, social, mediático etc., que queremos crear pequeñas estrellas, y como tal, el entorno se comporta de la misma manera viendo a un benjamín en un partido de profesionales.
Esto trae evidentemente una serie de consecuencias, entre las que podemos destacar las siguientes: no trabajar la tolerancia a la frustración y crear falsas expectativas a niños muy pequeños que crecen creyendo que van a ser futuros futbolistas profesionales, priorizando otros intereses y/o dejando de lado el interés por los estudios, incluso a veces motivados por los padres, lo que explica la alta incidencia del escaso o nulo interés por los estudios de los jugadores de fútbol en categorías bases.
Con todo esto mi objetivo con este artículo es el de, haceros reflexionar sobre la importancia de “Educar en Valores” con el deporte, de inculcar la participación y la diversión como ingredientes principales, por encima de la competición y presión, dejando que crezcan en un ambiente sano social y deportivo.
Lorena Cos San Higinio
Psicóloga Deportiva
Col A-2122