En el deporte de competición, donde la capacidad de cambiar y adaptarse constantemente es muy importante, hace que la diferencia entre conseguir un éxito a corto plazo o lograr un desarrollo sostenido en el tiempo, empiece, por enseñar y combinar objetivos de proceso con objetivos de resultado a nuestros deportistas o equipos.
Logrando un equilibrio entre rendimiento inmediato y bienestar, permitiendo más probabilidades de tener deportistas con una carrera deportiva larga y con una buena salud mental.
¿Y esto porque podría ser así?
Primero, debemos entender las diferencias que hay entre estos unos objetivos y otros; los objetivos de resultado están vinculados a logros finales, los cuales no dependerán al 100% de los deportistas o entidad. Estos objetivos pueden incluir metas como ganar un campeonato, partido, mejorar en el ranking… Acarreando si no se tienen recursos y no sabe gestionar, presión, estrés por esa exposición social de llegar a dicho resultado…
No obstante, estos objetivos si que son importantes para indicarnos la dirección o imagen final del camino que queremos, que esta sea clara en el horizonte y nos permita medir el rendimiento en competiciones reales. Sin embargo, es crucial que estos objetivos se complementen con los objetivos de proceso, ya que estos serán el camino, el día a día, aquello que impulsará a mejorar y lograr un desarrollo integral, sostenible, ya sea de un deportista, equipo, club deportivo…
Los objetivos de proceso se centran en las habilidades, estrategias, técnicas propias que un deportista y/o equipo debe mejorar para seguir incrementando su propio rendimiento frente a las dificultades que se encuentran en competición. Como ejemplo de objetivos de proceso, podrían ser perfeccionar una técnica específica de un deporte, trabajar las habilidades psicológicas como la concentración, perfeccionar una situación táctica, fortalecer la cohesión del equipo… Estos orientan al deportista o equipo a mejorar constantemente, apartando el enfoque de elementos externos, orientándolo hacia ellos mismos, proporcionando mayor seguridad y autoconfianza, ya que tendrán más y mejores recursos para afrontar las posibles dificultades de la competición.
Después de exponer ambos tipos de objetivos, vemos que su combinación es imprescindible para lograr un rendimiento constante y bienestar en los deportistas tanto en el presente como en el futuro, como indicábamos al principio. Ya que los objetivos de resultado son la manifestación visible del rendimiento del ahora, pero son los objetivos de proceso los que construyen las bases sólidas para el crecimiento continuo y capacidad de adaptación a medio y largo plazo en cualquier deportista o equipo deportivo.
Por último, serán los diferentes contextos en los que se pueda encontrar un deportista, equipo, club…; base, tecnificación o alto rendimiento. Los que nos indicarán que porcentaje de cada tipo de objetivo utilizar para que contribuyan al rendimiento actual, como también al crecimiento y disfrute del deportista o equipo. No será lo mismo un deportista de elite, que un equipo que se encuentra en deporte de base, deberemos adaptar tanto el nivel de exigencia de los objetivos como el porcentaje de unos y otros.