Una lesión puede cambiarlo todo. No solo en lo físico. También en lo mental, lo emocional, lo identitario. Y, sin embargo, durante mucho tiempo hemos abordado el proceso de recuperación como algo casi exclusivamente médico o físico.
Como si bastara con un buen diagnóstico y un calendario de rehabilitación para volver a la pista, a la pista completa.
Pero lo cierto es que detrás de una rotura, de un esguince, de una cirugía… hay un mundo interno que también necesita acompañamiento.
Y no, no es un mundo débil. Es un mundo real.
Emociones en shock: cuando la cabeza va más lenta que el cuerpo
Lo primero que aparece tras una lesión suele ser el shock y la frustración. Especialmente si llega en un momento clave de la temporada o justo cuando el deportista siente que está en su mejor versión.
Luego vienen otras emociones: impotencia, miedo, duda, tristeza, autoexigencia extrema.
La pregunta de fondo suele ser: “¿Volveré a ser yo?”
Y eso, a nivel psicológico, impacta. Porque el deportista no solo pierde actividad, también pierde referentes de identidad: su rutina, su rol en el equipo, su confianza, su voz.
Por eso, desde la psicología deportiva no solo acompañamos la lesión: acompañamos al deportista a reconstruirse desde adentro.
El miedo a recaer: ese compañero invisible en la vuelta
Uno de los fantasmas más frecuentes es el miedo a lesionarse otra vez.
Aunque el cuerpo ya esté listo, el cerebro guarda memoria del dolor, del fallo, del momento.
Y lo anticipa, lo recrea, lo teme.
Ese miedo no se elimina con frases motivadoras ni con esconderlo bajo la alfombra.
Se entrena. Se gestiona. Se transforma.
¿Cómo?
Con herramientas como:
- Visualización de movimientos sin dolor
- Registro de avances objetivos
- Anclajes de seguridad que conecten con su fortaleza
- Mindfulness y respiración en momentos clave
- Diálogo abierto y seguro sobre lo que sienten
¿Y si el problema no es el cuerpo?
A veces, las lesiones recurrentes tienen una raíz psicológica.
El cuerpo ya sanó, pero la mente sigue activando alarmas.
El miedo, la ansiedad o las creencias limitantes pueden alterar patrones de movimiento o generar tensión innecesaria. Y eso… sobrecarga, fatiga, y en algunos casos, vuelve a romper.
Por eso el trabajo mental también es preventivo. Ayuda a liberar al cuerpo de cargas invisibles.
El rol del entorno: entrenadores, readaptadores, fisioterapeutas
Muchas veces, los errores vienen desde la buena intención.
Desde las ganas de proteger, o desde el deseo de que todo vuelva a ser como antes lo antes posible.
Pero uno de los fallos más frecuentes es asumir el 100% de la responsabilidad de la recuperación.
El proceso es compartido: el deportista debe implicarse, sí, pero también el entorno debe estar coordinado. Y eso incluye escuchar no solo al cuerpo, sino también al estado emocional del deportista.
Porque un cambio de humor, un bloqueo, una apatía… también son señales.
Volver, pero diferente
Recuerdo un caso especialmente significativo: una deportista con dos lesiones de rodilla, que evitaba entrenar y sentía que ya no valía como atleta.
Trabajamos su identidad más allá del rendimiento, cartas a su “yo lesionado”, verbalizamos el miedo y reforzamos todo lo que sí podía hacer.
Volvió a competir.
No siendo la de antes, sino una versión diferente, más consciente, más completa.
Y eso es quizás lo más importante: entender que no siempre se vuelve igual, pero sí se puede volver fuerte. Aunque esa fuerza no venga solo del cuádriceps, sino también del alma.