La recuperación de una lesión es una de las situaciones más frustrantes a las que se enfrentan los deportistas. Más allá de la rehabilitación física, está la parte psicológica que a menudo no se tiene en cuenta: la presión para volver a competir. Esta puede tener un impacto en el bienestar y rendimiento de dichos deportistas.
Una de las preocupaciones que pueden aparecer en un deportista tras una lesión es el miedo a recaer. Esta ansiedad puede ser paralizante, ya que la posibilidad de sufrir otra lesión puede generar una tensión constante a la hora de jugar. Este miedo no solo puede afectar a su confianza para desempeñarse al máximo nivel, haciendo que su rendimiento en su vuelta no sea el deseado. Esta tensión puede manifestarse en forma de dudas durante la competición, lo que puede llevar a errores y, paradójicamente, haciendo aumentar esa tensión que puede aumentar el riesgo de una nueva lesión.
Muchos deportistas de alto rendimiento son perfeccionistas y suelen tener una alta autoexigencia. Y tras una lesión, esta autoexigencia puede hacer que sientan que deben demostrar que siguen siendo tan buenos como antes. Estas expectativas pueden llevar a una sobrecarga de trabajo, ignorando las señales de su cuerpo. Haciendo que si no se ve un progreso o una mejora en el rendimiento puede afectar a su confianza, pudiendo aumentar esta presión
Además para muchos deportistas, su identidad está estrechamente vinculada a su deporte, y por tanto a su rendimiento en este, sus logros… Una lesión que les impida competir puede causar una crisis de identidad. Se sienten alejados de su pasión, lo que puede llevar a una disminución de la autoestima y, en casos graves, a la depresión. La sensación de inutilidad o de no estar contribuyendo puede ser peligrosa, especialmente si la recuperación es larga.
A esta autoexigencia e identidad basada en el deporte, se le suma que en en el alto rendimiento esta presión no solo proviene del deportista, sino que podemos encontrar también por parte de entrenadores, compañeros de equipo, representante y aficionados. Todos estos diferentes grupos tienen unas expectativas y, a menudo, urgencias que pueden hacer que el deportista sienta esta carga adicional. Los entrenadores y directivos pueden presionar al deportista a regresar antes de estar completamente listo, priorizando los resultados del equipo por encima del bienestar individual. Este tipo de presión externa puede aumentar el estrés y la ansiedad, pudiendo afectar tanto a la recuperación como al mismo rendimiento esperado.
Para manejar la presión y el estrés, es esencial que los deportistas cuenten con estrategias de afrontamiento efectivas. La intervención de un psicólogo deportivo puede ser clave. Estos trabajan con los atletas para desarrollar técnicas de manejo del estrés, establecer metas y reconstruir la confianza a través de diferentes estrategias.
Además, es crucial fomentar un entorno de apoyo, donde los entrenadores y el personal médico valoren el bienestar del deportista por encima de resultados inmediatos. La comunicación honesta sobre las expectativas y el progreso puede ayudar a aliviar esta presión.
La presión para volver a competir tras una lesión es un desafío para los deportistas.
Entender y abordar estos aspectos es esencial para asegurar no sólo una recuperación completa, sino también una vuelta segura y saludable a la competición.