Ser madre es uno de los mayores desafíos que una persona puede enfrentar, y si a esto le sumamos la exigencia del deporte, el reto se multiplica. Sin embargo, muchas mujeres logran no solo compaginar ambas facetas, sino también destacar en ellas. Pero ¿qué papel juega la psicología en esta combinación? Mucho más del que podríamos imaginar.
Aquí te cuento algunas claves psicológicas que pueden ayudar a las madres deportistas a encontrar ese equilibrio tan necesario entre el deporte y la maternidad.
1. Aceptar una nueva realidad
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la maternidad cambia las prioridades, los horarios y, muchas veces, las metas. Y está bien. Aceptar esta nueva realidad no significa renunciar a tus sueños deportivos, sino ajustarlos.
La autocompasión juega un papel importante aquí. En lugar de castigarte por no poder rendir al máximo todos los días, recuérdate que estás haciendo lo mejor que puedes en una situación nueva y compleja. Este cambio de perspectiva te ayudará a reducir el estrés y la presión que muchas madres deportistas sienten al intentar ser “perfectas” en todo.
2. Redefinir objetivos
Ser madre no significa abandonar tus metas deportivas, pero probablemente tendrás que adaptarlas. Tal vez ese entrenamiento extra o esa competición en el extranjero ahora no sean factibles, y eso no te hace menos deportista.
Establecer objetivos realistas y a corto plazo es clave. Además, celebra cada pequeño logro. Volver al deporte después del embarazo, mejorar poco a poco tu rendimiento o simplemente mantenerte activa ya son grandes victorias.
3. Gestión del tiempo: el arte de priorizar
La agenda de una madre deportista puede ser una locura: pañales, entrenamientos, tareas escolares, competiciones… ¿Cómo encajar todo sin volverse loca?
Aquí es donde la psicología de la organización entra en juego. Una buena planificación, incluyendo momentos para ti misma, es fundamental. Utiliza herramientas como calendarios o aplicaciones móviles, pero también aprende a decir «no» cuando algo no sea esencial.
Y recuerda: no siempre es cuestión de “hacer más”, sino de enfocarte en lo que realmente importa. La calidad de tiempo que pasas con tu familia y tu deporte es más importante que la cantidad.
4. El valor de una red de apoyo
Nadie puede con todo sola, y no pasa nada por pedir ayuda. Hablar con tu pareja, familia o amigos para repartir responsabilidades puede marcar la diferencia.
Además, conectar con otras madres deportistas puede ser muy enriquecedor. Compartir experiencias, consejos y apoyo emocional te recordará que no estás sola en este camino.
5. Afrontar la culpa
Es muy común que las madres sientan culpa cuando no pueden estar al 100% ni en su rol maternal ni en el deportivo. Este sentimiento, aunque natural, puede convertirse en un obstáculo si no se gestiona adecuadamente.
El primer paso es reconocer que la culpa es una emoción, no un hecho. ¿Te sientes culpable por dedicar tiempo al deporte? Piensa en cómo este tiempo también te beneficia como madre. Una persona que se cuida física y mentalmente estará más presente y conectada con su familia.
6. Trabajar el autocuidado
El autocuidado no es un lujo, es una necesidad. No se trata solo de mantener tu rendimiento deportivo, sino también de cuidar tu bienestar mental. Pequeños hábitos como practicar la meditación, escribir un diario o simplemente tomar un café en silencio pueden marcar la diferencia en tu día a día.
Un profesional de la psicología deportiva puede ayudarte a diseñar estrategias personalizadas para lidiar con los desafíos emocionales que enfrentas como madre deportista. Desde gestionar el estrés hasta mejorar la confianza en ti misma, contar con este apoyo puede ser un gran aliado.
7. Ser ejemplo, no perfección
Por último, recuerda que como madre deportista estás siendo un ejemplo para tus hijos. Les enseñas valores como el esfuerzo, la constancia y la pasión por lo que amas.
No necesitas ser perfecta: la perfección no es real, pero tu dedicación sí lo es. Lo que importa no es que logres equilibrarlo todo a la perfección, sino que muestres cómo intentarlo con determinación.
En resumen, compaginar el deporte y la maternidad no es tarea fácil, pero con las herramientas adecuadas y el enfoque mental correcto, es absolutamente posible. Recuerda que cada etapa es diferente y que está bien pedir ayuda, ajustar tus metas y, sobre todo, ser amable contigo misma.
Ser madre y deportista no son roles opuestos; son dos facetas que, cuando las abrazas, te hacen más fuerte. ¿Y tú? ¿Qué estrategias utilizas para encontrar tu propio equilibrio?