Muchas son las veces que queremos llegar a mil cosas a la vez, en el deporte nos pasa lo mismo. Tener muchos objetivos y poco definidos nos hace perder el rumbo, dificultándonos encontrar el camino que nos lleva a ellos.
En ocasiones se establecen objetivos demasiado ambiciosos o ambiguos, poco concretos, con lo que se pierde toda su fuerza y la persona acaba olvidando el interés por la consecución de los mismos.
El saber lo que quiero o dónde quiero llegar me hace focalizar mi energía en aquello que depende de mí. La ausencia de planificación es en muchas ocasiones la raíz de que nuestras metas no se cumplan. Si tenemos una imagen clara del resultado, un plazo para cumplirlo, pensamos en ello y nos organizamos, tendremos más probabilidad de poder alcanzarlo.
Es importante tener claros nuestros objetivos, estos deben de ser:
- Específicos, lo más concretos posibles, para poder identificar lo que se desea lograr con facilidad.
- Medibles, es importante que se pueda medir para que tenga validez, pudiendo así confirmar si se ha logrado o no. Esto nos permite compararlo y en consecuencia modificarlo o reajustarlo.
- Alcanzables, que dependen de ti, de tu trabajo. Si sois varios, tenéis que lograr un compromiso grupal.
- Reales, los objetivos planteados deben de estar dentro de las propias posibilidades.
- Planificados en un margen de tiempo, requieren un plazo de tiempo límite para ser cumplidos. Si no, se puede caer en la relajación y el objetivo se puede ir postergando.
Pocas veces nos encontramos definido el “Cómo lo vamos a conseguir”. El establecer objetivos correctos aporta al plan la base necesaria para que se cumplan. Tener detallado aquello que se quiere conseguir, nos ayuda a conseguirlo.