Todos los deportistas sabéis que el camino en el deporte no es precisamente lineal. Detrás de cada entrenamiento y cada competición, hay algo más que técnica, sois personas con emociones cambiantes, con retos exigentes y límites que no siempre son evidentes. Además, tenéis una vida fuera del ámbito deportivo, lo que puede influir en quiénes sois dentro del campo. Cuando las cosas no salen como esperábamos, cuando en lo que tanto hemos trabajado se tuerce, solemos entrar en un bucle de querer arreglarlo a toda costa. Y, para hacerlo, añadimos más entrenamientos, más esfuerzo, más horas. Pero, en medio de esa intensa búsqueda de mejora, se nos olvida algo esencial: parar también es necesario.
Puede sonar contradictorio en un mundo que insiste en la importancia de la persistencia y el esfuerzo constante, pero la realidad es que cuando nos detenemos, ganamos perspectiva. Y esta perspectiva nos brinda la oportunidad para evaluar dónde estamos, qué realmente queremos y cómo podemos alcanzar nuestras metas de una forma más eficiente y, sobre todo, más saludable.
Detenerse no es rendirse
Si, como lo lees. Detenerte no significa que estés renunciando a tus objetivos ni que estés retrocediendo. Al contrario, tomar un descanso puede ser justo lo que necesitas para avanzar. Los deportistas que entrenan sin descanso a menudo se enfrentan a agotamiento físico, mental e incluso emocional. Esto puede traducirse en una pérdida de motivación, un estancamiento en el progreso, un aumento de emociones como la frustración y la rabia, o, lo peor de todo, en lesiones que podrían haberse evitado.
¿Cómo saber cuándo es el momento de hacer una pausa?
Existen varias señales que indican que es hora de parar. Aquí te dejo algunas que pueden ayudarte a identificarlo:
- Cansancio constante: No se trata del agotamiento habitual tras un entrenamiento intenso, sino de una sensación de arrastrar el cuerpo y la mente día tras día.
- Pérdida de disfrute: El deporte que solía ser tu pasión ahora te parece una carga, una obligación.
- Estancamiento en el rendimiento: Por más que lo intentes, no logras avanzar, no ves mejoras.
- Dolores o molestias recurrentes: Son una señal clara de que algo no va bien y que necesitas un paso atrás para prevenir una lesión mayor.
Cuando paras, no solo permites que tu cuerpo se recupere, sino que también le das a tu mente el espacio necesario para reflexionar. ¿Por qué haces lo que haces? ¿Estás entrenando de la manera más efectiva? ¿Sigues disfrutando del proceso?
Estas preguntas te ayudarán a recordar por qué comenzaste este camino y a reconectar con tu propósito. A veces, estamos tan inmersos en la rutina que perdemos de vista el «por qué» detrás de nuestros esfuerzos. Parar nos da la oportunidad de realinearnos con ese propósito y de ajustar las estrategias necesarias para seguir avanzando con claridad.
Si te sientes identificado, es probable que tu cuerpo o tu mente te estén pidiendo un respiro. Ignorar estas señales no te hará más fuerte, todo lo contrario, te hará más vulnerable dentro del campo. Por eso es tan importante aprender a escucharnos, a identificar qué nos está pidiendo el cuerpo en cada momento. A veces, detenerse puede ser la mejor decisión que tomes como deportista, porque en la pausa, encuentras la fuerza para volver más renovado, más enfocado y más preparado para seguir adelante.
Raquel Venque