Hay palabras que, solo con oírlas, ya te cansan. Burnout es una de ellas. Literalmente significa “estar quemado” (y no, no hablamos del sol de julio en la pista de atletismo). En el deporte, este síndrome va mucho más allá del simple cansancio: hablamos de un agotamiento físico y emocional sostenido que puede apagar hasta la pasión más encendida.
¿Y por qué es importante hablar de esto? Porque el burnout no avisa tocando la puerta, entra en silencio, se acomoda en tu rutina y un día te das cuenta de que ya no disfrutas ni de entrenar, ni competir, ni oír hablar de tu deporte.
¿Qué señales nos lanza el cuerpo y la mente?
Antes de que el burnout se instale con las maletas, deja algunas pistas:
- Fatiga constante (de esa que no se quita ni con una siesta de tres horas)
- Pérdida de motivación, como si la ilusión por competir se hubiera ido de vacaciones sin avisar
- Bajada de rendimiento, sin causa física clara
- Cambios de humor o irascibilidad
- Devaluación del deporte, lo que antes amabas, ahora te da exactamente igual
¿Por qué pasa esto?
Imagina una olla exprés sin válvula de escape. En temporadas largas y exigentes, los deportistas pueden soportar una mezcla explosiva de:
- Presión externa (entrenadores, familia, redes sociales…)
- Sobrecarga física y mental
- Monotonía de entrenamientos
- Pocas pausas reales
- Y ojo con la autoexigencia nivel Ironman
Si a eso le sumamos un entorno poco comprensivo, expectativas desbordadas y poco espacio para desconectar, tenemos el cóctel perfecto para que aparezca el temido burnout.
¿Cómo prevenirlo?
Aquí viene la parte buena: sí se puede prevenir. Y no hace falta meditar en el Himalaya ni irse de retiro. Basta con aplicar algunas ideas prácticas:
1. Escucha tu cuerpo y tu mente
Si notas que entrenar te agobia o que te cuesta arrancar más de lo habitual, no lo normalices. Una señal temprana detectada a tiempo puede ahorrarte meses de bajón.
2. Haz del descanso una parte del entrenamiento
No, no eres flojo por descansar. El cuerpo y el cerebro necesitan pausas. Programa días libres, microdescansos y actividades fuera del deporte.
3. Varía tu rutina
La monotonía mata la motivación. Cambia escenarios, dinámicas, ejercicios. Haz que entrenar vuelva a ser divertido.
4. Trabaja la mente igual que el cuerpo
Así como entrenas tu técnica, resistencia o fuerza, la salud mental también necesita entreno y mantenimiento. No esperes a estar al límite para prestarle atención.
5. Comunica cómo te sientes
Si el entrenador o tu entorno no sabe cómo estás, no puede ayudarte.
6. No te olvides de ti más allá del deporte
Tener identidad fuera del campo o la pista es vital. Amistades, hobbies, estudio, tiempo libre… Eres más que tu rendimiento.
El objetivo no es aguantar, es disfrutar
El burnout no es un signo de debilidad, sino una llamada de atención del cuerpo y la mente. Y cuanto antes se escuche, menos daño hace. Si eres deportista, entrenador o familiar de alguien que compite, acuérdate: rendimiento y bienestar deben ir siempre de la mano.
Porque nadie se convierte en campeón entrenando quemado.
Sara Clare Menassa