En los deportes de combate, la preparación previa a la competición es uno de esos momentos donde se define gran parte del rendimiento. No se trata solo de calentar el cuerpo, sino de afinar la mente, ajustar el foco de atención y conectar con el propio plan de combate.
El calentamiento físico cumple una función evidente: activar el cuerpo, elevar la temperatura muscular, preparar las articulaciones y optimizar la respuesta neuromuscular. Pero cuando hablamos de rendimiento, quedarse solo en lo físico es quedarse corto. En deportes donde la presión, la tensión y la toma rápida de decisiones son constantes, el calentamiento psicológico es igual de importante.
Muchos deportistas llegan al vestuario pensando únicamente en “entrar en calor”, y está genial, pero no es suficiente, también necesitamos ‘calentar’ nuestra mente. El objetivo en esa fase no es solo mover el cuerpo, sino también dirigir la atención hacia lo relevante, estabilizar la activación y conectar con la confianza.
En psicología del deporte, distinguimos tres componentes clave de esta preparación previa: activación, concentración y regulación emocional.
• Activación: consiste en encontrar el nivel óptimo de energía. Hay deportistas que salen “dormidos” y otros que se sobreexcitan demasiado. Ni la apatía ni la euforia ayudan; el punto ideal es aquel en el que el cuerpo está listo y la mente tranquila.
• Concentración: implica aislar el ruido externo —el público, el rival, las expectativas— y centrar la atención en lo controlable: la respiración, las sensaciones corporales, la táctica. Un consejo útil es practicar nuestros objetivos o plan de combate en el calentamiento, no para calentar los músculos si no para ajustar el foco de atención para aquello en lo que me quiero centrar en el combate.
• Regulación emocional: estrechamente relacionado con las dos anteriores. Un trabajo previo de creencias es la mejor opción junto con estrategias para regular la activación y la concentración, para contar con una base firme para autorregular las emociones en momentos de tanta tensión y nervios.
Por eso, la preparación previa debería tener una estructura intencionada, no improvisada. Empezar con una fase física progresiva (movilidad, activación muscular), seguir con una fase mental (visualización, respiración o palabras clave) y terminar con una breve conexión al plan táctico o técnico suele ser una secuencia eficaz.
Cada deportista tiene su propia rutina, y eso está bien. Lo importante es que esa rutina tenga sentido psicológico, no que se repita por costumbre. Si algo da seguridad, foco y energía, forma parte del rendimiento. Pero si distrae o aumenta la tensión, hay que revisarlo.
En definitiva, el calentamiento previo a un combate no es un trámite; es una herramienta de ajuste fino. Es el momento en el que cuerpo y mente se alinean para rendir al máximo. Entrenar esa rutina con la misma disciplina con la que se entrenan los golpes o las llaves convierte la preparación previa en una ventaja competitiva. Porque, al final, el combate empieza mucho antes de sonar la campana.


